15 de diciembre de 2009

Oki Doki: Esto era lo que había.

Ha llegado la hora de empezar a cantar, de buscar instrumentos y una orquesta formar. Tomillo, Canela, Coco, Pimienta y Vainilla serán la receta perfecta para preparar un menú musical. Salvo que su infancia haya pasado amarrados a la pata de una cama o debajo de una piedra, sabrán que estoy hablando de Oki Doki y del rayón en el lóbulo temporal medial que nos dejó a todos.
Oki Doki representa para muchos de nosotros el inicio del fin de semana, la alegría de empezar los sábados, porque para eso si madrugábamos: para ver Oki Doki a las buenas ocho de la mañana. El que diga que no, que siempre los odió, que eran unos ridículos, que el/ella siempre dijo que era malísimos y jamás los vio, puede largarse ya, llevarse su bilis a los foros del lector de algún periódico. Gracias, respetamos su opinión, pero no nos interesa.

Lo cierto es que Oki Doki puede que fuera ridículo, pero eso no importó nunca. Sagradamente nos levantábamos a ver qué receta y qué famoso de turno iba a estar en La Perolera y luego a que los ocurrentes muchachos hicieran las delicias de nuestra mañana. Eran otros tiempos, en los que se gozaba barato. Muy barato.

¿Cuál era la premisa de Oki Doki? Ninguna plausible: un grupo de muchachos de edades indeterminadas se apropiaron de una casa, montaron una heladería y cantaban. Poco más. Al parecer esa era la receta infalible para cualquier cantidad de peripecias y problemas que resultaban ser la trama del programa. Porque esa heladería no debía producir utilidad alguna. Nadie la administraba, no se veía que vendieran muchos helados y la casa no vivía precisamente atiborrada de clientes. Salvo que la heladería fuera un lavadero, no se explica cómo sostenían esa casa; hecho que se sustenta con la presencia de un oscuro personaje, el Dr. Cuervo, abogado (de aquí que se refuerce la hipótesis del lavadero) que nadie sabe qué función cumplía pero que pareciera pretender justificar y darle piso a todo lo que pasaba en esa casa.

Por más que intentemos no podremos olvidar a Coco, que nunca cambió de voz, cabeza de turco de numerosos chistes a sus expensas y de quien se han dicho muchas cosas. Gonzalo Escobar, como lo deben conocer en la casa, desapareció de la vida pública para beneplácito de muchos y la leyenda cuenta que vive en Miami, que atiende en un Drive Thru, que pertenece a una religión cristiana de garaje donde pasa sus tardes cantando alabanzas al Amigazo. Atrás quedaron esos días de gloria en que hacía de líder del grupo Oki Doki y se llevaba todos los aplausos. Dudo, sin embargo, que tuviera una gran fanaticada, como suele suceder con esos líderes babosos que nadie los nombró, pero a quien todos por defecto siguen. Coco era lo más cercano a un protagonista, vaya el diablo a saber por qué.

Radicalmente opuesto al tonito meloso del "hola muchachosss" de Coco, retumba en los oídos de todos el acento callejero del Piojo, ese cliché del gamín, ese lugar común sacado del cajón de los estereotipos, funestamente interpretado por Fredy Flórez. ¿A que nadie sabía que se llamaba así? Confieso que lo busqué en Google. Pongo plata a que en los pasillos de los estudios donde hoy hace papeles de segundón payaso le siguen diciendo Piojo. La historia detrás del Piojo es aleccionadora: El Piojo se coló a la casa de los Oki Doki una noche para resguardarse de las inclemencias del clima, armado de una botella de boxer. Encontróse descubierto a la mañana siguiente por los buenos muchachos quienes, en lugar de llamar a la policía o a la limpieza social, como cualquier otro colombiano, deciden adoptarlo, dejarlo vivir en la casa con la sola condición de que la cuide. Eso, muchachos, se llama esclavitud. Sin embargo el Piojo, en contraprestación a la generosidad de sus amos, proporcionaba al programa con el factor comedia y por eso le rendimos justo homenaje.


Objeto de los amores no correspondidos del Piojo era Mechas, además hermana de Coco. Cecilia Navia nos regaló este popular personaje, mezcla de tía y esa amiga de todos que "es una bacana, queridísima". Se le ha visto recientemente en televisión, interpretando también a Mechas. A tu salud, Mechitas, nunca cambies, para nosotros sigues siendo la más tarilas de todas.

Vainilla (Verónica Orozco) sigue dando de qué hablar, y sigue cumpliendo el mismo papel de imán sexual que cumplió con honores en la casa Oki Doki. Vainilla puede ser la explicación de por qué merodeaba el Dr. Cuervo tanto por una casa llena de adolescentes. No se preocupe Dr. Cuervo, yo también lo habría hecho. Canela (Carolina Cuervo), por otro lado, vivía 'mamuerta' y poco aportaba, salvo bostezos. Hoy sigue en las mismas: acaba de publicar un libro de poesía.

Lo que nos lleva al último de estos personajes. El inconmensurable Tomillo. ¿Qué importa el verdadero nombre de Tomillo? El es sólo Tomillo. Es el único que se ha mantenido, dentro de la franja infantil. Oki Doki pretendía mostrarnos a Tomillo como el irreverente bacán, el locancio incorregible, el recochero mayor. Nosotros veíamos la realidad: era el pelele cabezón, siempre a la sombra de Coco, jamás vinculado con ninguna de sus compañeras. Me pregunto, sin embargo, si Juanes tiene hoy pesadillas con Tomillo. Sobre Tomillo podrían escribirse páginas y páginas de odios incontrolables y difícilmente justificados, de manera que no pienso subirme al bus de azotar a Tomillo, eso ya está muy visto. En cambio, alzo hoy mi copa por Tomillo, que se niega a dejar morir su personaje y se empeña en asomar siempre su enorme cabeza en el horario infantil, para divertir a ese público que se hace cada día más inteligente y, consecuentemente, se divierte cada día menos con él.

Sea este el momento de rendir homenaje a Oki Doki. Mea culpa por haberlo visto religiosamente, al punto que hoy recuerdo a personajes menores como Patilla, Cominito y el ya mentado Dr. Cuervo. Que Oki Doki sea parte esencial de nuestra infancia/preadolescencia es innegable, lo que no logro saber es si eso habla bien o mal de nuestra generación. Si usted era de los que se levantaba más tarde porque prefería ver Paz Verde, si nunca se pateó el programa desde que arrancaban a hacer huevos pericos con Jorge Cárdenas o alguien así en una cocina de cartón, si mientras leyó esto no tarareó alguna canción así fuera la del comienzo usted, querido(a) lector(a) es una de dos: un mentiroso o un ser triste y gris, merecedor de mi lástima. Si, por el contrario, tiene las agallas de reconocer que lo vio y lo disfrutó, a pesar de todas sus carencias, estoy seguro que hoy se unirá a nosotros en celebrar aquellos tiempos felices que afortunadamente nunca volverán.

5 comentarios:

  1. HAHAHAHA MUY CHISTOSO! Ke malo eres, pero es cierto. Saludos desde Australia, gracias por hacerme reir.

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  2. jajaj es verdad a mi me hacia dar miedo el espiritu de la mujer vestidad de blanco, que se aparecia por la casa.

    gracias por los recuerdos

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  3. Ud tiene un talento especial para hacer reír, me gustó mucho su artículo... jartar con ud debe ser la locura.

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  4. Yo veía ese programa solo por Carolina Cuervo

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  5. Apenas hoy leo esto. Pero me he reído mucho. Y si, lo vi religiosamente

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